Este relato no existe.
Nadie lo escribió nunca y viaja sobre las nubes, o tal vez más alto para que nadie lo lea y poder así seguir no siendo, eternamente.
Allí, en las alturas, los relatos no tienen pies ni cabeza, ni principio ni fin, son como el viento y las nubes, imposibles de alcanzar.
Un frío día de invierno cayó un papel del cielo, como cae la tarde o como caen las hojas. Tuvo suerte que estuvieras en el cobertizo resguardándote de la lluvia y vieras como el aire lo arrastró bajo el olmo.
No había nada escrito en el papel, y de inmediato supiste que eras tú quien debía escribir el relato.
Nunca antes habías escrito nada, ni sabías de literatura, así que decidiste escoger palabras del diccionario al azar.
Al principio te salieron palabras sencillas, algo poéticas como ocaso, añoranza o efímero, pero cuando encontraste zangolotear no pudiste resistir colocarla como colofón del primer párrafo.
Las escribiste de puño y letra en el papel, y una vez listo lo dejaste en un sobre bajo el olmo. Había anochecido y ya se oían los grillos tras los cipreses.
Al día siguiente, el papel había desaparecido y el relato volado, seguramente a algún lugar sin nombre donde aún todo está por escribir.
Ilustración: Lolita Lagarto.
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